La sala de reuniones “Monte Otris” olía a café recalentado y a polvorones que llevaban abiertos desde el puente de la Constitución. Una guirnalda roja parpadeaba tristemente sobre el monitor principal, conectada a un puerto USB que probablemente debería estar usándose para otras cosas.
Zeus, el CEO (Chief Executive Olympian), se ajustó el jersey con motivos de renos y miró a su equipo de desarrollo con esa intensidad de una tormenta eléctrica.
—Buenos días, —tronó Zeus— señores el cliente quiere la funcionalidad "Espíritu Navideño" en producción para ayer. Quieren que los usuarios sientan la magia al hacer la declaración trimestral del IVA, y llevo semanas sin recibir actualizaciones del progreso.
Apolo, el arquitecto de software, se masajeó suavemente las sienes. Su paciencia, como la batería de su portátil, estaba al 4%.
—Zeus, técnicamente es inviable renderizar nieve en 4K sobre un formulario de Hacienda hecho en COBOL. El servidor no aguantará la carga de partículas.
—Tonterías —replicó Zeus—. Solo tenéis que aumentar un poco más la capacidad de la nube.
Apolo suspiró, cogió un polvorón y mientras lo aplastaba lentamente continuó:
—Zeus, los recursos no son infinitos. Esto es como un globo: si intentas meterle más aire del que cabe, no vuela más alto; explota y nos llena a todos de confeti y errores en tiempo de ejecución.
Desde el fondo de la sala, Narciso, que había estado mirándose en el reflejo de su pantalla apagada, levantó la mano sin apartar la vista de sí mismo.
—Zeus, Zeus, Zeus, a ver, y perdonad que interrumpa vuestra charla técnica, pero... ¿Qué hay de lo mío? Me prometisteis que mi foto de perfil en la intranet tendría un gorrito de Papá Noel personalizado. Ya le dije a Diógenes que lo tendría para antes de Nochebuena. Si hace falta lo hago yo mismo, no creo que sea tan difícil. Prioridades, chicos.
Ares, el jefe de desarrollo, gruñó. Llevaba una camiseta que decía "I test in production" de una marca que solo él y Heracles conocían.
—Olvida el gorrito, Narciso. Tenemos un problema mayor. El módulo de "Regalos Aleatorios" está permitiendo que los usuarios borren sus propios pedidos si hacen clic tres veces muy rápido en el icono del carbón. ¡Estamos perdiendo dinero!
—¿Y cuál es el problema? —intervino Dioniso, recostado en su silla con una taza que olía sospechosamente a anís—. Hay que ofrecer a los usuarios herramientas para que se equivoquen. Es la única forma de que aprendan. ¡Empoderamiento del usuario, lo llaman! ¡Hic!
Hades, el gerente de proyecto, entró en la sala arrastrando los pies y una hoja de cálculo impresa que parecía un papiro funerario. Miró a Sísifo, un desarrollador sénior que llevaba picando código desde el Pleistoceno.
—Sísifo, veo aquí que llevas 80 horas esta semana intentando refactorizar el código legado del módulo de villancicos —dijo Hades con voz sepulcral.
Sísifo, con las ojeras llegándole a la barbilla, soltó una risa nerviosa, casi maníaca.
—Sí, bueno. La roca sube, la roca baja. El código compila, el código falla. Ya sabéis que mi lema es: No nos pagan por horas, nos pagan por resultados.
Un silencio incómodo inundó la sala, todas las cabezas giraron para mirar a Hades, esperando su reacción. Sabían que el "resultado" de Sísifo solía ser volver a empezar desde cero el lunes siguiente.
—Bien, centrémonos —intentó reconducir Zeus—. Agamenón, ¿qué pasa con la validación de seguridad en la pasarela de pagos para los aguinaldos? Me han dicho que el token de seguridad es "1234".
Agamenón se encogió de hombros, restándole importancia con un gesto de mano.
—Mira, Zeus, si nos ponemos exquisitos no llegamos a Nochebuena. Funciona, ¿no? Si veo un error en el log de seguridad, hago así —Agamenón hizo un gesto de guiñar fuerte—, cierro un poco los ojos y yasta. Si no lo veo, es que no está.
Apolo estaba a punto de sufrir un colapso nervioso.
—¡No puedes ignorar la seguridad, Agamenón! ¡Es una locura!
—¡Es Navidad! —gritó Zeus, golpeando la mesa—. ¡Quiero magia! Quiero que el sistema sea robusto como el Partenón, ágil como Hermes, bonito como Afrodita, que tenga Inteligencia Artificial generativa, Blockchain, que prepare café y que todo ocupe menos de 2 megas para que se lo puedan descargar con el 3G en el pueblo estas Navidades.
Apolo se levantó, cerró su portátil con un golpe seco y miró fijamente al padre de los dioses.
—Vamos a ver, Zeus. Quieres un monolito de microservicios, seguro pero sin contraseñas, y potente pero ligero. Seamos honestos: Tú lo que quieres es un cochino gordo, pero que no pese.
Dioniso soltó una carcajada y brindó con su taza al aire.
—¡Salud! ¡Esa ha sido mítica! O bueno... no tan mítica.
En ese instante se abrió la puerta, una imponente imagen atravesó el umbral. Era Heracles, que por tercera vez aparecía en la sala. Sonriente, totalmente ajeno a las conversaciones anteriores, dijo:
—¿Nos vamos a desayunar? por cierto, bonita camiseta Ares.
Zeus parpadeó, procesando la frase. Luego, miró el reloj.
—Bien, entendido. Quitad la seguridad y poned más nieve. Nos vemos en la copa de Navidad. Ares, despliega a producción para que prueben los usuarios, si se rompe algo diremos que son cosas del Grinch.
Y así, mientras Polifemo —fiel acólito de Zeus—, que no saldría a desayunar, preparaba el servidor para el despliegue, el equipo del Olimpo salía por la puerta, camino al desayuno, a ritmo de Jingle Bells, felices por haber sobrevivido a otra reunión navideña.
¿Te has sentido identificado? (Esperemos que no demasiado, por tu salud mental).
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